jueves, 2 de febrero de 2017
miércoles, 25 de enero de 2017
Contar hasta cuatro o cómo entrenar en un día difícil
Salí del dojo cuando había dejado de llover. La calle estaba húmeda todavía y yo estaba cansada. Me despedí de Sensei Morales en la avenida y tomé el colectivo de regreso a casa. Había sido una práctica dura. No tanto por la exigencia física. Me resulta más fácil soportar los golpes, el dolor, la falta de aire dentro del bogú que hierve en las noches de verano y que parece pesar una tonelada sobre mi cuerpo de 42 kilos. Lo que es realmente difícil para mí es sobrellevar la frustración, la falta de concentración, el darme cuenta que no puedo. Eso es lo que me dije en voz baja y lo que terminé diciendo en voz alta para darle a Sensei alguna explicación. El "No puedo" me sonó como una horrible sentencia. Sin embargo, Sensei pareció que sonreía apenas. Es que yo sabía que no me estaba pidiendo demasiado. El ejercicio consistía en contar hasta 60 mientras hacíamos unos ejercicios de golpes con el shinai. Parecía sencillo pero mi mente estaba en blanco. Tan blanco como un desierto de arena blanca donde nevó blanco en un invierno absolutamente denso y blanco. "... ichi, ni, san, Shomen Uchi, Koté, go, roku... Do... Shomen Uchi..." Y vuelta a empezar. Y vuelta a equivocarme. Por un momento pensé que lo mejor era salir corriendo del dojo. "... ichi, ni, san, shi..." Recordé vagamente que el número cuatro (shi) significa también Muerte. Sí, creo que tuve la fantasía instantánea de convertirme en un piloto kamikaze y estrellarme ahí mismo en medio del dojo con un hermoso avión de color... blanco.
A medida que la clase iba avanzando y con ella mi desasosiego, tuve conciencia de cómo el termómetro de mi mente iba subiendo. Pude observar, escuchar mis pensamientos uno a uno, amontonándose en mi cabeza, cayendo como de un tobogán empinado. Humillación, autocompasión, descontrol. Era nada menos que mi Ego herido de muerte. Delante mío estaba parado el más horroroso samurai de la historia dispuesto a cortarme en pedacitos. Tragué saliva, miré las uñas de mis pies pintadas de negro. Se me había saltado el esmalte de mi dedo pulgar. Cuando levanté la vista, el samurai ya no estaba y vi mi reflejo en el espejo del dojo.
Cuando llegó el final de la práctica, Sensei nos miró a todos (y a mí en particular) y dijo una frase en japonés. La frase era: Masakatsu Agatsu ("La verdadera victoria es la victoria sobre uno mismo"). Porque no hay samurais esperando asesinarnos en un rincón del dojo, no hay enemigos afuera sino adentro, en nuestra cabeza, en la mente.
El miedo y el ego tienen una katana muy filosa.
A medida que la clase iba avanzando y con ella mi desasosiego, tuve conciencia de cómo el termómetro de mi mente iba subiendo. Pude observar, escuchar mis pensamientos uno a uno, amontonándose en mi cabeza, cayendo como de un tobogán empinado. Humillación, autocompasión, descontrol. Era nada menos que mi Ego herido de muerte. Delante mío estaba parado el más horroroso samurai de la historia dispuesto a cortarme en pedacitos. Tragué saliva, miré las uñas de mis pies pintadas de negro. Se me había saltado el esmalte de mi dedo pulgar. Cuando levanté la vista, el samurai ya no estaba y vi mi reflejo en el espejo del dojo.
Cuando llegó el final de la práctica, Sensei nos miró a todos (y a mí en particular) y dijo una frase en japonés. La frase era: Masakatsu Agatsu ("La verdadera victoria es la victoria sobre uno mismo"). Porque no hay samurais esperando asesinarnos en un rincón del dojo, no hay enemigos afuera sino adentro, en nuestra cabeza, en la mente.
El miedo y el ego tienen una katana muy filosa.
domingo, 22 de enero de 2017
La belleza de un círculo imperfecto
Viendo la película de ciencia-ficción Arrival (La llegada), me llamó la atención el lenguaje escrito de los visitantes del otro mundo: unos caracteres dibujados en el aire, parecidos a trazos circulares de humo líquido. Le encontré un parecido con la caligrafía japonesa, el Shodō (書道), "el camino de la escritura"). Este dato me llevó directamente al Hitsuzendō, el camino del pincel, o caligrafía zen.
Arrival,Denis Villeneuve (2016) |
Ensō (円相) significa círculo en idioma
japonés. No es una palabra sino un concepto. Es también un sagrado símbolo en
la escuela Zen del budismo. Los monjes budistas trazan estos círculos en papel
de arroz o seda, una verdadera demostración del momento presente, una sola
línea de tinta que expresa la absoluta iluminación del aquí y ahora, la fuerza
y la elegancia, el universo y el vacío, cuando la mente en equilibrio permite
que el cuerpo/espíritu (en un Todo completo) pueda actuar. Es el estado
Ki-Ken-Tai de la práctica de Kendo, el instante cuando la fuerza, la espada y
el cuerpo/espíritu se unifican en un solo movimiento. El trabajo de la mano al mover el pincel también es semejante al que hace la muñeca al mover el shinai, lo que otorga una especial estética tanto al trazo de tinta como al golpe de Kendo. Los budistas zen dicen
«que el carácter del artista está totalmente expuesto en su manera de realizar
un ensō. Sólo una persona que es mental y espiritualmente completa puede
plasmar un auténtico ensō. Algunos artistas practicarán dibujando un ensō cada
día a modo de ejercicio espiritual». Práctica, práctica, práctica. No parece haber otro camino.
Sin embargo, no siempre lo que se busca es la perfección. El Fukinsei (不均斉), la negación de lo perfecto. es el principio que permite el balance a través de la asimetría. Es por eso que lo trazado no puede modificarse (principio filosófico que se adopta en Kendo, puesto que cada golpe y ataque es sincero y de total entrega). Acorde a este principio de no-perfección, algunos artistas trazan un círculo abierto, expresando la idea de que el Ensō no es algo en sí mismo sino parte de un todo más grande y que lo irregular es inherente a la existencia, y que por lo tanto debe aceptarse. Equilibrio, balance. Una idea difícil de poner en acción en la práctica diaria de Kendo cuando uno tiene como motor esa idea tan occidental de lo que es la Perfección. Para profundizar más sobre esta idea, en un próximo post voy a necesitar entonces hablar sobre los principios de estética japonesa, sobre todo de Yohaku no bi (余白の美), relacionanado con la idea de ku (vacío) y mu (la nada). Para estar sintonizados con este concepto, debería decirlo en una sola palabra: minimalismo. Es lo que siempre nos dice Sensei en el Dojo: "menor cantidad de movimientos para ejecutar un golpe es igual a más rapidez y más elegancia."
lunes, 16 de enero de 2017
Encontrar el Nirvana mientras barremos
«La jornada de un monje comienza con la limpieza. Se barre el interior del templo, el jardín, y se friega el suelo de la sala principal. Pero nosotros no limpiamos porque esté sucio o desordenado sino para librar al espíritu de cualquier sombra que lo nuble.»
«¿No se cuenta acaso que uno de los discípulos de Buda encontró el nirvana o liberación del sufrimiento, mientras estaba barriendo?»
«¿Qué te parecería hacer la limpieza de casa como la hacen los monjes budistas? No es difícil, al contrario, es muy divertido. Si quieres purificar tu alma sin moverte de casa, puedes hacerlo transformando las tareas del hogar en un ejercicio espiritual.»
«Así, el ambiente que nos rodea está conectado con nosotros y refleja nuestra mente: cuando ese entorno es desordenado, nuestra mente también. Si mantenemos hermosa nuestra casa, nuestra mente estará muy clara y tranquila.»
Decálogo de la limpieza consciente:
1.- Quienes no cuidan los objetos, tampoco cuidan de las personas. Cualquier objeto ha sido creado con esfuerzo y dedicación. Cuando limpiemos o pongamos orden, debemos tratarlas cosas con cuidado.
2.- Tengamos gratitud hacia las cosas que nos han sido útiles y, cuando realmente no las necesitemos, hagámoslas resplandecer con una nueva luz dándoselas a quien pueda hacer buen uso de ellas.
3.- La limpieza debe hacerse a primera hora de la mañana. Si empezamos en silencio, rodeados por la calma, cuando la vegetación y las personas de alrededor aún duermen, nuestro corazón se sentirá en paz y nuestra mente despejada.
4.- Por la noche, antes de irnos a dormir, debemos recoger, guardar y ordenar las cosas que hemos utilizado y desordenado durante el día, para dejarlas tal y como estaban, y facilitar la limpieza al día siguiente.
5.- Puede que al principio nos cueste, pero si conseguimos limpiar por la mañana y ordenar por la noche, notaremos como nuestro espíritu y cuerpo se mantienen despejados a lo largo del día y podremos disfrutar de una espléndida jornada.
6.- Antes de limpiar, hay que abrir las ventanas y ventilar para purificar el aire. Sentir en la piel la frescura del aire que entra, hace que uno se sienta más despierto y puro y, si llenamos con éste los pulmones, las ganas de limpiar surgen de forma natural.
7.- El aire que entra es templado y agradable en primavera y otoño, bochornoso en verano y gélido en invierno, pero sentir su benevolencia y su dureza en nuestra piel nos pone en contacto con nuestra fragilidad humana, la Naturaleza y la fuerza de la vida.
8.- Para respetar la vida, evitando que proliferen los insectos y tener que matarlos innecesariamente, debemos recoger después de las comidas, tirar la basura orgánica, evitar que se acumule el agua en sitios y recipientes y podar bien la vegetación.
9.- En vez de arrepentirnos del pasado o preocuparnos por el futuro, debemos vivir plenamente el ahora y esforzarnos por no arrepentirnos mañana. Aplicado a purificar el espíritu mediante la limpieza sería: no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy.
10.- Repartir y rotar la limpieza ente todos los miembros de la familia ayuda a valorar lo que los demás hacen por nosotros. Comprender que nuestras existencias dependen unas de otras nos ayuda a trabajar en equipo y a hacer las cosas pensando en los otros.
(Fuente: Manual de limpieza de un monje budista. Barrer el polvo y las nubes del alma, de Keisuke Matsumoto)
Imagen atribuida a Shūbun: Kanzan y Jittoku
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